Lejos estoy de proponerles un debate filosófico entre lo tangible y lo intangible, pero algo cambió en la forma de consumir música. Hoy, la industria se debate entre como hacer para vender más discos y la necesidad de apoyarse en las plataformas digitales no solo para difundir a las bandas sino para acercarse a los fanáticos de la música.
Hasta no hace mucho
tiempo, cuando pensábamos en escuchar música era inevitable pensar en algún
lugar “muy nuestro” donde cómodamente nos disponíamos a disfrutar de las melodías de algún vinilo, cassette o disco
compacto según la cantidad de décadas que se ostente. La magia ha desaparecido.
Ya no escucho el ruido del celofán que resguarda el disco arrugarse en mis
manos, ni tampoco el olor a tinta recién impresa del pequeño librito con letras,
arte e información que nos regalaba cada banda con su lanzamiento. Hoy se ha
perdido un ritual a cambio de la digitalización. A cambio, tenemos la
posibilidad de escuchar cualquier canción que se nos ocurra en el lugar menos
pensado con la única condición de tener una conexión de Internet más o menos
estable. La música se ha adaptado a los tiempos y a las necesidades delmelómano.
El principio del cambio
Recuerdo prender la
computadora y luego del chillido característico del MODEM tratar de bajar dos
canciones a la vez a través de un MODEM de 56,6 kbit/s. Luego de media
hora de espera y decena de gritos de “mi
vieja” por ocupar la línea telefónica durante tanto tiempo uno se ponía a
disfrutar frente a un monitor alguna banda que había descubierto por algún
video en televisión o gracias a la radio.
Si existiera la
posibilidad de marcar una fecha en el calendario que represente el día donde
todo comenzó a cambiar en la industria de la música, es muy posible que el 13
de abril de 2000 sea lo que estamos buscando. Ese día, Metallica demandó a
Napster en una corte de California, Estados Unidos. Napster fue la primera gran
red gratuita de intercambio de archivos y su tecnología les permitía a los
usuarios compartir sus colecciones de canciones en formato MP3 muy fácilmente,
lo que originó las protestas de los artistas, instituciones de protección de
derechos de autor y compañías discográficas. Las demandas se sucedieron y el
revés judicial llevó a Napster a la bancarrota. La novedad sorprendió a todos y
aunque las conexiones no eran todo lo veloces que hoy conocemos, marcaron el
inicio del cimbronazo. Las ventas de discos ya no volverían a ser las mismas
luego de la llegada de la era digital.
Los tiempos que corren
Me siento ligado a la música y siento la
necesidad de ir en búsqueda de algunas respuestas sobre este cambio de
paradigma que estamos viviendo dentro de la escena musical. Helker es una banda
que tiene esta cumpliendo veinte años en la escena pesada nacional y es fiel
exponente del sonido, de la lucha y perseverancia que debe tener cualquier
grupo que se inicie la aventura del Heavy Metal. Su líder y guitarrista,
Mariano Ríos, ha vivido como músico los cambios que se produjeron en la forma
de difundir, pensar y distribuir el arte. “Hay
que amoldarse al momento que vivimos. Hay que estar en las redes sociales y en
las plataformas digitales porque es la manera en que se llega a la mayoría de
la gente. Los discos se venden en los conciertos, por Internet o en las pocas
distribuidoras especializadas que quedan aunque las cantidades son pequeñas”,
reflexiona Ríos.
Las redes sociales y las plataformas como
Youtube dan la posibilidad a cualquier banda de subir sus canciones de forma
gratuita. Solo hay que crear una cuenta y millones de personas tienen acceso al
material sin pagar un centavo. Otra discusión será la calidad de sonido o la
calidad de grabación a la cual pueda acceder cada artista, si solo subir las
canciones alcanza o el material queda sin alcanzar el objetivo de la difusión. Esa
parece ser la forma de trabajo, subir las canciones a las plataformas y darle
circulación en las redes sociales.
Otro es el caso de las plataformas estilo
Spotify donde los artistas para subir su material deben pagar un canon y luego
la empresa según la cantidad de reproducciones le abonan al artista una suma anual.
Allí es donde se encuentra la discusión en la actualidad. Este tipo de empresas
le cobran a las bandas para subir material o tener un perfil, a los usuarios
para escuchar música, a grandes empresas por publicidad mientras a las bandas
solo le otorgan centavos por reproducción.
Decido emprender mi búsqueda de respuestas por otro camino.
Reynaldo Iglesias tiene una pequeña distribuidora de disco y
es productor de conciertos en la zona sur del conurbano. Me abre la puerta de
su casa y ahí llegué, con todas mis inquietudes. Si los disco se venden en los
conciertos, es necesario que la gente se acerque a los shows o los compren en
las pequeñas distribuidoras como la que tiene él. “Al metalero le gusta tener el disco de las bandas que le gustan. No
puedo hablar de los otros géneros pero el que escucha música pesada todavía
consume el formato físico. Capaz que después lo pasa a MP3 pero quiere tener el
disco en sus manos”, responde Reynaldo orgulloso de la escena pesada.
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¿Cómo
ves la escena en la actualidad?
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La escena del Metal está igual que
siempre, o mejor dicho, desde la década del `90 para acá no ha habido
demasiados cambios. Las crisis económicas siempre complican un poco pero ya
estamos acostumbrados a este tipo de cosas.
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¿Sentís
que hay menos gente en los conciertos?
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Probablemente, pero somos una escena
pequeña. No hay una renovación ni arriba ni abajo del escenario y eso si es
marcado. Yo no gano plata con los conciertos, pero en la mayoría de ellos salgo
hecho y ese es el objetivo. Allí llevo mi puesto y vendo los discos al mejor
precio posible por que el peso cuesta.
Los precios de la
era digital
Toco mi bolsillo y allí está. Frío, blanco y de colores
apagados salvo por su pantalla. Los smartphones, las computadoras y los cientos
de dispositivos portátiles nos permiten estar conectados a toda la música
disponible en el mundo al instante con solo una búsqueda en cualquiera de las
aplicaciones. Hoy la forma de consumir música ya no es bajar o comprar temas en
MP3, sino consumirlos por servicios de streaming como Spotify, Itunes, Deezer,
Google Play o el renacido Napster en plataforma digital.
El cantante, guitarrista y compositor, David Byrne señala en
su libro “Cómo funciona la música” que
con la aparición de la música digital estamos regresando a los inicios de la
música, cuando no existían las grabaciones y la música, a través del disco, no
se había convertido en un producto, en algo físico y palpable, sino que se
trataba de algo intangible; la única forma de escucharla era en vivo.
Hoy la frase de Lars Ulrich de Metallica “Nos secuestraron nuestra música sin
preguntarnos” ha cambiado por un “No
nos pagan lo suficiente” citando a Gene Simmons de Kiss ante los centavos
que obtienen por cada reproducción. Las plataformas digitales ofrecen la discográfica
completa de millones de artistas con un costo que no supera los 100 pesos
mensuales. Los costos de grabar nuevas canciones hacen que los discos lleguen a
costar cerca de 300 o 400 pesos cada uno, lo que hace imposible competir contra
esa oferta.
Según el Informe sobre la Música Digital 2015
de la
Federación Internacional de la Industria Fonográfica
(Ifpi), los ingresos digitales globales mundiales de la industria aumentó un
6,9 por ciento, hasta los 6,85 millones de dólares y por primera vez en la industria,
el canal digital entregó la misma proporción que las ventas en formato físico.
Esa tendencia se ha ido incrementando año tras año. Hoy el formato digital
supera al formato físico en ventas totales y es por eso que bandas como Def Leppard
o ACDC se han resignado en el último tiempo a ingresar a los servicios de
streaming. Como nos contaba Mariano Ríos de Helker, “hay que estar en las plataformas digital, hay que amoldarse a los
tiempo”.
Cambio de hábito
El volumen de la música ensordece. Con diferencia de solo
unas semanas me encuentro nuevamente en una fiesta lanzamiento de un disco. La escenografía
es la misma. Una sala de conciertos porteña es el lugar elegido por la banda
Azeroth para una conferencia de prensa y el anuncio oficial de la salida de su nuevo
trabajo de estudio “Más allá del caos”. El bar es muy coqueto. La iluminación
queda casi en exclusividad para sectores de expendio de bebida y el escenario.
Miro a mí alrededor y tengo la sensación de estar invitado a una fiesta.
Me acerco a Fernando Ricciardulli, líder de Azeroth y lo
felicito por el presente de la banda y orgulloso del nuevo CD finalizado me
dice “vos sabes lo que significa para un
tipo con casi cuarenta y cuatro años tener un nuevo álbum de mi banda en mis
manos. Es tal vez el momento más narcisista de un músico, pero es tremendo el
esfuerzo económico y emocional que conlleva poder plasmar la música que uno
hace” y sin pausa agrega ”estamos en
la era de lo efímero y lo descartable y para mi esto es un logro, poder tener
este disco en mis manos”. Allí es donde siento un click dentro de mí.
Comprendo cada palabra, pero yo también estoy cerca de los cuarenta.
Hoy la mayoría de la gente no escucha discos completos. Se
ha perdido el interés por escuchar todo un disco y una canción no se ve como una
parte de un conjunto donde va incluida la música, el arte de tapa, las
gráficas, etc. Hoy las nuevas formas de consumo y las redes sociales ofrecen la
posibilidad de subir temas sueltos, singles o mini lanzamientos de 3 canciones.
Entro a una disquería, hoy reconvertida además en casa de
instrumentos y siento como el cambio de paradigma. Recorro las bateas de la A a la Z casi compulsivamente. Acepto
que a lo largo de los años, me he acostumbrado a la mirada “atenta” de los
vendedores y guardias de seguridad.
Caminar los pasillos del local evidencia en que se ha
transformado la industria discográfica. Ítems coleccionables, discos especiales,
formatos vintages, reediciones de discos clásicos con stickers, remeras o
discos en vivo son manotazos de ahogado de los sellos para mantener vivo el
formato físico. “Esto se ha transformado
en productos para los fanáticos o para coleccionistas. Los precios son exorbitantes
y con el dólar subiendo, cada vez es más difícil saber a que precio vender
algunas cosas” confiesa Daniel, encargado del local.
Los lugares donde se venden discos cada vez tienen menos
opciones de música a la venta mientras en las plataformas digitales tienen todo
lo que existe en un solo lugar y de inmediato. El mismo día de su lanzamiento
en formato físico, cada disco que es editado es subido a Spotify. En nuestro país
es normal un retraso en las ediciones nacionales y muchas veces ni siquiera hay
versiones autóctonas de algunos lanzamientos internacionales. Todo guardado en
el bolsillo, portable y a 69 pesos por mes.
Del coleccionismo y
las nuevas generaciones
Me resigno a decir que es una cuestión de edad. Tengo que
reconocer que siento algo de apego por el formato CD. Las nuevas generaciones
se han acostumbrados a escuchar música en Youtube o en Mp3 y pasar con total
impunidad de una banda a otra sin un sentido descifrable más que la masividad
que da la viralidad.
Hoy el consumo es “On Demand”, en cualquier momento y en
cualquier lugar, ya sea en un transporte público o en casa sentado en un
sillón. El coleccionismo ha quedado atrás y solo unos cuantos siguen viendo al disco
como un objeto coleccionable y esto es por el desapego hacia todo aquello que
hoy en día se puede encontrar gratuitamente en la red: películas, música,
series, libros, etc.
Algunos, todavía queremos tener el disco físico en nuestras
manos y recurrimos al formato digital por comodidad en algunas circunstancias
ya que es innumerable la oferta de melodías por un costo muy accesible. Es
imposible saber si esto que vemos hoy es el formato del futuro. La música esta
viviendo un cambio de paradigma y es necesario regular el dinero que perciben
los artistas de las reproducciones y así mejorar las ganancias por derecho de
autor. Si el consumo sigue este camino, las plataformas deberán cuidar a los
que producen el contenido que consumen los usuarios.
El disco físico es un objeto tangible. Podemos tocarlo, olerlo
y escucharlo. Ver su arte interior, leer sus letras y su información adicional.
Es un ritual que se ha perdido. El formato digital son códigos y números
traducidos en música. Los puristas dirán que el sonido no es el mismo y que se
pierde mucho de lo original en la digitalización, pero sea cual sea el formato
elegido, hay que encontrar la manera de que los artistas sigan teniendo su
correspondiente rédito económico.
Desde el punto de vista de los artistas, el formato físico
es arte en sí mismo. Es sentir que el trabajo está terminado y que “existe”. Es
un concepto muy arraigado en la escena pesada y no tanto en otros géneros donde
la viralidad y la inmediatez son condiciones más importante que la idea, el
mensaje o el arte.
El desafío
Spotify y Itunes están haciendo ganar dinero a las grandes
discográficas y la industria en Estados Unidos va camino de crecer por segundo
año consecutivo, algo que no sucedía desde 1999. Es difícil saber cómo la
industria discográfica puede conseguir los mismos resultados que tenía en la
década de 1990 antes de Napster, cuando el mercado estaba dominado por las
ventas de CDs, pero hoy se encuentra ante el desafío de reconstruirse ante el
cambio de paradigma de consumo. Por el momento, son pocos los artistas que
ganan dinero con las plataformas importantes pero es imprescindible estar en
ellas. Las bandas pequeñas tienen otras herramientas gratuitas y quedará en su esfuerzo
y perseverancia por difundir su material en las redes sociales la forma de
alcanzar a nuevos oyentes. El disco en formato físico solo quedará para los
melómanos o loa fanáticos de cada banda. Cantar la muerte del CD sería
prematuro porque si bien se ha dado el salto a lo digital, la industria sigue
estando sustentada en el negocio físico. Por lo menos por ahora.
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