La edad es formato

Entro al lugar. "El Amparo Bar" se ha convertido en un lugar emblemático en la zona sur. Entre penumbras el volumen de la música me abraza dándome la bienvenida. Una nueva “misa negra” comienza. Una banda arma su batería sobre el escenario y suena Pantera en todo el reciento. Reconozco algunos rostros en la oscuridad y siento que a esta altura la escena se ha vuelto una familia. Cruzo algunos saludos y uno que otro brindis mientras me acerco de forma compulsiva al stand de discos y remeras. Siento la necesidad de preguntar como viene la noche y del otro la mesa, mediante un improvisado lenguaje de señas, tengo respuesta positiva.

Se produjo un progresivo envejecimiento de la edad promedio de los seguidores del género y lo noto en la sala. A la no renovación de bandas, hay que agregarle la no renovación del público y la edad es un ítem importante a la hora de hablar del formato de cómo se escucha música.

El rockero es consumidor de  soportes físicos ya sea en era del vinilo o el cassettes al CD de nuestros días. Las personas que escuchan este género no son tan permeables a la viralidad que se produce con otros estilos musicales como el pop o la música latina, dándole vida a algunos formatos que para la industria ya deberían estar muertos.

Ante el momento que vive la música y el cambio de formato que se está produciendo, es particular el caso del Heavy Metal. “Al metalero le gusta tener el disco. Le encanta todo lo que implica el arte interior, las letras y el olor a tinta al abrirlo por primera vez. Ahora, si me pedís un consejo, les digo a las bandas que no hagan más DVD porque es un formato que está muerto”, afirma Reynaldo, propietario de una pequeña distribuidora de discos. En el mismo sentido, Emiliano Obregon, músico y productor, afirma que “los costos son muy altos a la hora de hacer un disco nuevo. Nosotros llegamos nuestros CDs y remeras a cada show para que la gente tenga la posibilidad de adquirirlos, pero cada vez va menos gente a los conciertos”.

El año pasado la nueva placa de Metallica, “Hardwire… To Self – Destruct”,  fue el disco más vendido del año con algo más de 580.000 unidades. Era un disco muy esperado, marcó la vuelta de la banda a un estilo más pesado, y tuvo gran difusión ya que los de San Francisco ganaron el Grammy a “Mejor disco de Rock” con el mismo. Pero Metallica es una banda que no marca las dificultades que atraviesa la escena. Esta semana el disco de Godsmack, “When Legends Rise”, fue el álbum más vendido con apenas 36.000 copias. Si ese número no parece alarmante, que queda para el segundo disco más vendido en los últimos siete días: Anthrax, con su nuevo lanzamiento en vivo “Kings Among Scotland”, vendió apenas 1.300 copias.

No dejo de cruzarme con gente conocida, levanto la mirada y tengo una especie de deja vú sobre una imagen que veo sobre la barra. Es una vieja publicidad de una bebida alcohólica que ya no existe. No era la idea ponerse reflexivo esta noche, pero es inevitable hacerlo en este contexto. Realizo un paneo general en el local y no reconozco a ninguna persona menor de veintilargos y recuerdo otra declaración que me dejo algunos días atrás Emiliano de Lorihen: “las nuevas generaciones no consumen Rock y Metal”.

En los últimos años, algunas pequeñas discográficas que se dedican a editar bandas de metal, han vuelto a producir no solo vinilos sino que también casetes. En busca de tocar alguna fibra íntima y sabiendo que el metalero gusta de estos ítems coleccionables, han volcado sus esfuerzos a mantener un mercado físico que las ventas afirman está agotado.

Muchos de los grandes artistas como AC/DC, Metallica o más recientemente Def Leppard soportaron varios años hasta permitir que sus canciones sean incluidas en plataformas como Spotify, y si comparamos la cantidad de reproducciones semanales de las bandas del estilo contra la canción viral del mes, es desmoralizante pensando en el futuro. El género está condenado a una resistencia marginal, más aún cuando las grandes bandas que dieron forma a esta cultura van desapareciendo gradualmente en los últimos años. Las cifras que se pueden observar en Spotify son un indicativo hacia dónde va la música pesada.

La noche está a punto de convertirse en día y es hora de volver al barrio. Entre paso y paso voy me voy colocando los auriculares. Fijo la mirada en un lejano horizonte que nunca logro alcanzar. Saco el celular de mi bolsillo y me conecto en busca de compañía. Comienza a sonar una lista de canciones que me ha tomado semanas confeccionar. Seguramente, unas vez en casa, alguno de los temas que suenan en el camino volverá a sonar en mi habitación en disco, y en mi viejo equipo de música.

Federico Raul Tauz

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